Horacio Quiroga

Antes de hacerle daño a una persona, agarra un papel y estrújalo con ganas, aversión, enemistad, animadversión, rencor, tirria, animosidad, antipatía, odio y rabia. ¿Ya lo has hecho? Entonces vuelve a dejarlo como antes. ¿Verdad que no puedes? ¿Sabes por qué? Porque las personas son como los papeles, si quieres hacerles daño sin deformarlos, tienes que ponerlos en el piso y pararte encima. ¿Se deforman? Y de este porcentaje de alumnas que viene bien escudriñarlas por el costado de la remera de manga estrecha era la noche como para verter los besos en otra oportunidad que hemos tenido que ir por ahí diciendo que tu asado estaba crudo pero era tan mantecoso como la vitrina elegida por los más acérrimos contadores de la UTE que estaban legitimados desde una práctica de lo habitual invisible. ¿O es que sigues pensando en libros y autores? ¡Claro que sí, nena! ¡Te gusta todo lo que sea colmena! ¡Eres invariable y pareces serena! Te sientes vacía cuando todo lo que te rodea te llena, y no lo notas porque te entra como condena por donde ya no sientes pena. Y te comes todas las letras como cena... ¡Porque dejar de creer te resulta faena!


¿Y a quién desvistes entonces? ¿A las lágrimas de los feroces lobos de la revolución? ¿Zapatos? ¿Universidades de lo extraordinario? ¿Light, radical, extremo, orgánico, simple, artesanal, crítico? ¿Cuántos megapíxeles, párrafos, golpes, extremidades, fotos de sangre? ¡Dejate de abducir! Total, que ya éramos antes de venir a parirnos y me vienes con tus lameculos preferido a hacerte entender lo que ya sabes por las suturas de tu bosque malherido, el que te sigue por los hombros y te desnuda en las noches para tocarte con los labios en tu sueño elegido: soy tan diferente como un pan comido. Y levantas el hacha y la dejas caer en la astilla, como si la fábrica James nunca hubiera existido. ¡Sigue subiendo tus fotitos, perra dulzona! ¡Yo no te olvido!