Luis De Góngora


Puedes preguntarte. Y luego: ¿qué cómo sé que te masturbaste entre las arvejas? Muy simple: recorriendo el desiderativo de la palabra Conan. Ya veamos un ejemplo:
  1. Conan va al barco.
  2. Conan ve al parto.
  3. Conan sesga el caldo.
  4. Conan (se) desvive por el tango (y) la milonga.
¿Ayuda, no? No hay que olvidarlos. En la primera vez te asusta achacándote, relamida y paciente, hay una sota en pandillas de a cuatro valses y el poeta cosifica el agujero como tomando agua de la boquita de la pija (la boquita chiquita de la pija). En el tercer y cuarto hartos es donde la señora aprende a vivir de las heces del soliloquio y confunde pasto con dar a las habas el sutil importancio, la sublime inflamó. La pestaña del borde de la puerta desnuda el factor sarcófago y el verso tiende a trinchar el pollo como una berruga que el educando mejora a modo de invitación a una siesta vigilada con sexitos pequeñitos, sexitos del tamaño de las esferas de gelatina tibia que derraman la lechita calentita explotando en la cama del políglota. Ella se sofoca y él mucho menos. ¿Veamos si es por este esquema? En definitiva se halla, al saber de más de una Sofía exclusiva de la otra mantenida por lesbiana como sacrificio del siniestro programa de las clavículas compartidas a los menesterosos hermanos del sonido, y maduran rápidamente como un chorizo. Ella se seca y él se seca secándose ambos, mientras parece a propósito que está escrito y los premios se ganan o se ganan. A veces a fuerza de coraje. A veces a tuerca de engranaje. A veces afuera del peaje. A veces a del o haciéndoles gancho con la de trenzas y hippie. A veces son gajes. Pero se ganan. Y se ganan en definitiva. Los premios se ganan o se ganan. Veamos un gráfico: