Matilde Alba Swann

¡Te quiero, ternero zalamero! No te imagines que te voy a lamer porque tengo reunión de equipo a las seis y a eso de las cinco tengo que estar bañadito y pronto, ¿okey? Lejos de la horrenda miseria están o son todas aquellas personitas que, desde sus cubículos en el hogar, el trabajo o la pícara recluta, nos han hecho llegar miles de mensajes al celularcito con sus dudas acerca del nuevo y mejorado Mozilla Firefox 5.0. A modo de personal taste contestaremos (contestaré) todas aquellas monstruosas preguntas que abogan por buscar el fino sentido de la vida a través de la parapetada ilusión informática y una artera conchilla en la arena, arteria, avena y, por supuesto leche. Y perdonen que tenga que escribir un poco más, lo que sucede es que si lo hago de otra manera la foto de la chinita cachetona queda media fuera de foco. ¿Tiene algo en la boca, no?

¿Qué es el Mozilla Firefox 5.0?
¿Qué ventajas tiene?
¿Puedo instalarlo en mi computadora sin más?
¿Me permite chatear a distancia?
¿Arregla defectos del vecindario lindero?
Si lo instalo ¿desaparecen mis buzos de pura lana?
¿Qué seguridad tengo de que el deceso del 4.0 sea lerdo y perezoso?
¿Se me borra el Google?
¿Puedo seguir comprando pizza barata en Woow, Vostambien y Groupon?

El centro de la actualización que nos propone el mercadeo de hoy nos deja sumidos en la preciosura de aquel majadero nabo chino que compramos para el sushi y nunca usamos y se pudrió en la heladera mientras vos me contabas de tu cola de falso mimbre (cestería en papel) y las tranquilas lagunas (en forma de viejo espejo) que realmente importan al costado mismo del Facebook. Ni hablar de que verificar tus omóplatos desnudos al calor de una melosa viaraza dulzona y lenta, bien vale perder todo lo que supimos de bebés que jamás tendríamos: zorros de fuego, antenas en Chernobyl y bombillas de plata y oro. Venite este sábado. Dan lluvia. Traé grasa. 
Y hagamos tortas.