Albert Camus

Gorno y yo nunca nos llegamos a quemar con fuego. Pero nosotros hemos jugado. Luego de practicar el comercio sexual en variedad de ocasiones, nosotros íbamos en un ómnibus y Gorno me dijo: de haber sabido que la adolescencia era igual a la idiotez, no sé qué hubiera pasado (yo no acostumbro a leer textos de Alejandra Pizarnik). Una lágrima cayó en la arena y ahí nosotros nos trabamos de vuelta en un sexo puro. Y pero resulta que un niño que nos estaba viendo a nosotros mientras nos agitábamos furibundamente al ritmo de una batahola lúbrica, nos preguntó: ¿USTEDES PARA QUÉ SE ESTÁN PREPARANDO? Nosotros jamás nos volvimos a ver. Hoy yo creo firmemente que Gilles Deleuze tenía razón, pero que no la usaba. ¿Es judío, es checo, es clavito, es piedra, papel manteca? ¡Es horrible amigos!
Un rapto de locura, invadida por un rayo, la tormenta de tu vida, y ¿a quién le pedís perdón, a mamita querida? Mamita, mamita, perdoname mamita querida, mamita, por favor ¿me perdonás? ¡¡¡Por favor!!! Albergamos (Albert Camus) miles de pasajeros en cada cisura de Silvio, de Rolando, ¡de Pravada! ¿Y buscamos la solución en un diccionario? ¿Tenemos obstáculos para... silencio... Roen queso en una posición transcurrida... ¡Glotona, te gusta la masacre púbica eh! ¡¡¡Ahá!!! ¡Ja ja ja! ¿Don Trigo de enfrente?