Oliverio Girondo

O es como el ruido de una lámpara pero, en fin, lo que quería decirte es que me habló tu vagina. Hace unos días. Ayer, me parece. Viste que ella no suele tomar partido por nada y mucho menos si estamos... en una de esas evoluciones tipo los amigajos de Pikachú. Sin embargo me impresionó. Mirá:

-¡Ay, qué lindo paisaje!

Quedé medio helado. Porque una bolsa de nylon hacía ruido constante en el patio por el viento y porque no sabía que contestarle a tu cajeta. O sea, vamos al grano: siempre sé qué contestar y mis máquinas de ser todo jamás se obturan, sin embargo su olor me perpetraba una ínfima incisión en el habla que tardé en desmenuzar.
-Qué ventaja que es tener un celular con cámara para sacar esta foto, eh...- Dije mientras escudriñaba lentamente todo aquello e imaginaba un medio tanque repleto de aguinaldos y fines de años. Y la mina, o sea, tu vagina, me dice:

-No (fue un "no" laaaaaaaaargo y con inflexiones de tono en las "o"). ¿Para qué querés sacarle una foto si podés disfrutarlo así? Esa manía que tiene ahora todo el mundo de sacarle fotos a todo, ¿qué piensan, que estamos perdiendo la memoria? ¿Que se puede capturar un momento, sentimientos, sensaciones con una foto? Se ponen a meter tecnología de punta en vez de quedarse a sentir lo efímero y superior que es sencillamente vivir el momento. ¿Les cuesta mucho hacerse a la idea de que los momentos mueren?

-¡Pero la fotografía te permite sostener una memoria artificial que de otra manera sería imposible de transcribir o contar o dilucidarle a un prójimo hambriento de aquel momento!- Fui tenaz, ¡ella se estaba armando en rosas y podía verla hincharse de un algo parecidísimo al placer o al dolor, incluso al palidecer de sopor! ¡Y todo lo contrario también!

-Una imagen es solamente una imagen. La vista no es nuestro sentido más fiable, lo supo Kafka y lo saben personajes importantes de este delgadísimo siglo veintiuno. ¿Realmente habríamos de atarnos a una imagen de algo que ya no está para tratar de sentirlo?

Noté que algo había cambiado. El sonido de la bolsa remolineando ya estaba disuelto en el vidrio soplado. Tu vagina pareció quedarse latiendo (contenta) en baja voz, como los círculos concéntricos en una olla de sopa con zanahoria, nabo, puerro, apio y otros elementos que incluirán la sal. Me desnudé ahí mismo, me duché, me afeité y me salí de la sombra tan fresco como una mañana en un adormilado pueblito de España.  Espolvoreé tabaco en tus macetas y estoy comenzando a beber de los libros como una mosca ciega. Te lo cuento para que estés preparada. Ni yo mismo dejo de saberlo todo el tiempo. Y fue ayer que me habló tu vagina.
Hace unos días.