Leo Maslíah


Quiero pedir disculpas públicamente si en algún caso logré herir (cash!) la sensibilidad de aquellas hembritas que leyeron la verdad de Harry Potter como un pesar. Jamás fue la intención de ninguno de los docentes, padres, alumnos y cuerpo técnico, autoridades y lista de compras en general, transmitir la idea de que una organización como Gurises Unidos es un mal lugar para llevar adelante cualquier tipo de actividad de valía. Ni los gurises, ni los unidos, ni mucho menos los gurises unidos y la situación de muchos jóvenes hoy en día que, desolados por la falta de empleo, seguridad, policía turística, drogas, alcohol, violencia doméstica y sádicos maniqueos deportivos de la A.U.F. y unos que salen en fragatitas en el puertito del Buceo, fueran ligeramente condenados al abuso de sustancias psicoactivas por una sociedad que tardíamente heredó de los griegos todo menos los maravillosos rostros apolíneos, las cachetadas dadas a tiempo y andar medio como que no les importaba mucho el lenguaje y lo que la RAE dicta inclusivamente hoy día con los idiomas de los países más lejanos de España que los terminan incluyendo, por suerte y gracias a Dios, en el diccionario en cada uno de los tomos. Pará que voy a traer el mate.

Harry Potter es, y no es porque yo lo diga sino porque es una cosa que se palpa a ojos vista, el digno protagonista prosaico de un sinfín de travesías que denotan (connoto) la posibilidad de una integración al sujeto de lo magra que parece la línea divisoria entre lo especular y la metodología de la logoterapia y el matemático mechero Bunsen que madura en un amor irresistible a tomar entre tus manos esa carita de ángel como gusano de seda. Mientras tanto, un Harry desvelado por la cosa que porta entre sus piernas descubre que sus poderes afectan las metonimias de las viejitas simpaticonas que vomitan el pescado pasado (todavía no estoy hablando de Gurises Unidos). Si se malversó mi intención de aleccionar fue porque en un intento de fortalecer positivamente la generación espontánea del conocimiento cierto y compras planificadas en el shopping, fui demasiado certero y perfecto, como los ancestrales dioses romanos y los discos de vinilo, ahora sí, de Krafwerk o Leo Maslíah cuando me canso.