Laura Esquivel

Como un adicto que practica deporte para tapar la asquerosa boca insaciable que le llaga el corazón con la áspera mordedura enferma y eterna. Se acuesta cansado a la noche, pero no convencido. ¡Feliz cumpleaños! Y el último libro que nos ha llegado ¡feliz navidad! no es otro que la famosa novela del hermético Zack De La Rocha: El Principito conoce a Bambi y Fernando Parrado veremos. En ella nos sumerge a principios de una Europa del norte perlada por la monarquía y las feroces catacumbas de lo insólito, la sífilis recién descubierta, las torturas de los indígenas en unas islas terriblemente hermosas y la cansina tarea de una mujer todopoderosa que inventa el voto femenino, los sms inexistentes y la carrera de embolsados. Viuda y sin trabajo, obligada a subsistir por medio de cadenas atadas a sus botas de potro y a caballo regalado, Élida pone un almacencito que al principio es un chiquero sin sentido y una (perdón por tocarte el culo así, pero tengo la mano lamida) manada de insectos formados por las várices de la propia protagonista que carga con una diarrea maravillosa y la amistad de cinco galgos de metal pesado. Cuando los rusos se dan cuenta de su agenda encubierta, la idolatran y empiezan a morir, uno a uno, los amigos que agregó al Facebook solamente por las fotos de perfil.


Es entonces cuando su hijo le lleva un frasco de folículos pilosos y se los restriega por el paladar provocando ingeniosamente el llanto de cuanto lector santo se deja cubrir por su manto, tanto que el canto le llena de espanto. No hay que ser muy astuta para darse cuenta de que esta novelilla utiliza las nueve teorías conspiratorias más blandidas del barrio: el séquito, la húmeda, la muerte de Napoleón Bonaparte, el colesterol (malo alto y bueno bajo) y para colmo, la simbología de los masones. Incluso en el corrector del CHROME la palabra "simbología" no existe, pero la palabra "masones", sí. ¡Tomá, hacé los deberes de la facu con eso, putita!

Me permito decirte porque leí abundante y soy culto, ¡no es un insulto! Si bien el ritmo fluido de la novela acusa un ritmo fluido y unas fotos bien sacadas (no tiene fotos porque las sacaron), el final es de un sabor entre que medio soso y algo argentino, ya que la actriz provoca una confusión del ceño con la madama y el fanatismo excesivo por la fórmula de adjetivos que no voy a calificar. Hay, y esto es cierto, referencias cruzadas a Poe, Nietzsche, Morrison, El último de los mohicanos, William Shatner, Daniela Mercury y Paolo Rossi. ¿Sabés cuánto hace que no como pollo? No.