Homero


¿La o el fainá? ¿El o la sartén? Por el mango, eso es todo lo que sabemos. Y aquí los juegos apolíneos se transfiguran en un proceder medio maluco, medio llamativo. Desde que el hombre es hombre, hemos sabido interceder a través de las costumbres y capaz que si la sacamos un poquito más nos gusta a todos por igual. El uso del lenguaje inclusivo y me partió la pierna. ¿Qué iba a hacer? ¿Mirar la quijada de Tarantino? ¡Tas loco! Esas cositas no son para mí... No. Los boliches son para todos, pero bailar en un boliche no es para todos, ¿verdá? "¿No se me nota en la cara?, tengo el pelo corto."- me dijo. Objeto de discurso, las medias puestas y no se me pasó por la cabeza (antiguo testamento) pedirle el culo, el ano, la maquinita marrón de centrifugarme la ávida avioneta (clara referencia avícola, vayan aprendiendo). ¿Sacás lo que te digo? Ahí es donde el patronato ciclópeo transgrede la capacidad de opacar el júbilo, los sofistas y todo lo que sea calculador o medio necio. Jubilate, viejo choto, ¿para qué te quedás sin aire en medio de la calle?

Somos ilustres, somos revolucionarios, somos Pinocho navegando en la punta de la ola, un nuevo Dorian Gray pero que encara ponerla con Prime, con Time, con PYMES, constreñido por la situación en Alsacia, turismo político, nómades como el viento de cachemira, acurrucate que te caliento, no te dejo a pie, pero avisame y nos vamos juntos, ¡haceme el favor! ¡Solcito! ¡Ilícito! ¡Y lisito!