Se unió en la comisura de lo postrero a una sarta de dispares menciones acerca de lo que está bien (y entonces me elevo al cuadrado) y lo que está mal (entonces pago más caro el arroz por caminar menos). Asediados por el mandado, convengamos en que estoy muy lindo con esta camiseta y te toco las zonas erógenas que otrora se vieron manifestando menarca a troche y siniestra. ¿Ghandi? No. No hay opciones en este positivismo radical que no descuelguen el ¿Ghandi? No. No voy a exagerar, esperen. A veces una imagen vale más que mil móneras...
Miguel de Cervantes
Natalicio: toda una vida comiendo pan con anís sin querer es una obra que nos remite a un universo plagado de nenúfares y climatologías del saber-hacer-marear donde lo que pesa es el malhadado triunfo sobre el héroe y el drama circunscrito en poses chúcaras. No en vano su autora (miembro activo de la resistencia urbana a todo lo malo del sistema, encarcelada y torturada, matando a sus hijos y no dejando dormir a sus fetos, embarazada y abortada sistemáticamente las 24 horas del día por un grupo de policías negros gays narcotraficantes con síndrome de down y violadores de bebés, exiliada posteriormente al desierto de Atacama, en Chile y no llegó a probar el mote con huesillo ni otras variedades de la comida autóctona, mucho menos los mariscos ¿viste?) con una larga trayectoria a favor de la develación literaria más caprichos tenemos todos, a mí no me mueven un pelo tus sorpresitas.