Oscar Wilde

¡Qué modelo de costuras! ¡Páfate! ¡Te llevó tiempito pero entregaste, eh! Acomodate. Las transformaciones (la barcaza de tu pasión solía triturarme la balada más guapa de todas: la escoba) contemporáneas operadas en el capullo han puesto de relieve la centralidad que han adquirido los procesos de producción de subjetividad, el boniato zanahoria y otros gemidos literarios. ¿Cómo el docente usa los pantalones por el pecho? ¿Somos semitas? No mijita, capaz que más o menos.
Entonces las organizaciones que salimos corriendo beodas a chuparnos las encías sensibles y los enjambres mutuamente, ¿nos abrimos al falaz bulto dromedario de la esperanza crucial? ¿el castigo? ¿unas palmaditas en las dúctiles nalgas? ¿una huerta de disposiciones intransigentes? ¿un mueble con el aseo de una deslucida fiesta carismática? Ah. Podemos definirte (lentas y preciosas) como tocame acá que opero sobre los procesos colectivos.


¿El objetivo?: modular la producción intersubjetiva del cuadril, la interjección y el grafismo polisemántico cuando abrís la boca ETERNAMENTE (Yolanda). El ataque capitalista que sumerge tu mano en mi falda de susto y las literaturas del pleno siglo que avanzan en una sola dirección: que me disculpen todos, pero el Absolut Cherry es peor que una pedrada en los nudillos. ¿Y acaso la vida no se trata del arte? ¿Eh? ¿Lo qué? ¿Para qué te comprás calzas blancas si después te tapás el orto con un buzo?
En resumidas cuentas (¡qué bien Edgar Alan Poe! ¡muy bien el señor!), resulta magro analizar el papel que tienen las transformaciones operadas en la diadema, no solamente en la producción material del chofer, el pescante, el fósforo o la baja denominación, sino especialmente en la producción de órdenes le darás a tu madre, ¡a mí trátame como a un pene!