Guillaume Apollinaire

¡Oh al sol del domingo, que hace callar a los siniestros fondos de la casa del poeta! ¡Que vivan aquellas golondrinas arrancadas tarde de mis madres naturalezas y vayan los corceles briosos a escupir la alfombra de tu sacra y blonda bayoneta! ¡Oh!

¡Que silben pastores penetrando el bosque tumultuoso de tu agenda bancaria al son de empanadas riquísimas que empiedran mis astas! ¿Qué sumergen aquellas ninfas que puedo oler sus guirnaldas? ¿Serán piernas y brazos y verjas que confluyen atoradas? ¿Serán serigrafistas que imprimen banderines en cacharpas? ¿Serán bolcheviques izquierdosos que mancillan el FORD Corcel haciendo kilómetros sin abaratar la nafta?

¡Ah! ¡Cuánto añoro los perversos tallarines que manducamos en tus trazas de maní y chocolates a la marchanta! ¡Cuánta falta me hace reinterpretar a Kafka y sus sábanas desatadas! ¡Cuánta anglosajona suelta y yo ataviado con hirsutas macanas! ¡Cuánta cuenta cuento hoy y tu vulva plateada raya! ¿Zanjaremos la adicción de tus manos putas por ser tan tontos o cautos a la hora de la consulta culta? ¿Vendrán aquellas ninfas que cité más arriba a guiarnos tiernamente por nuestro camino de hormigas? ¡Qué ricas pibas! ¿O someteremos el pasar del relámpago a medicarnos contra el feroz botulismo que degrada la diatriba? ¿Cuál diatriba?


Si Viglietti nos oyera cuántas persianas se abrirían... Los cosos estos apagarían sus radios, de seguro apagarían. Perros (pronunciar casi en silencio). Y las callejuelas angostas llenas de moho y hollín, vaho y aserrín, claustrofóbicamente repudiarían su historia y planearíamos un cambiazo, mi negra, por la tuya o la mía. ¿No es acaso eso lo que ambicionamos todas las noches del día? ¡No seas fría, carajo, no seas fría!