William Blake

El carro: discutido por varios doctores, entre ellos (¿qué mundial?) discutido, el carro amenaza con ser una metáfora. Cuando Fausto deja atrás su vida de entuertos y toma a bien subirse al carro, pasa a encarnar el birrete del Goyo Álvarez y lubricar las alas de las cinco astucias que le llevan una ventaja nada despreciable provocando los nueve sentimientos prohibidos por Hermes a los comerciantes de tabaco en la noche de Walpurgis: la gula, el vituperio, tragá guacha, el menoscabo, la caceroleada y el fundillo sobresaliente.

La droga de diseño que Robinson llama "lisiaditos": la poetisa acusa aquí a meternos de lleno en la confitería donde la chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina enfrenta su coram populo: nuestras amiguitas ardillas disfrazadas de piezas de repostería tales como cañones y bombas. Chip disfrazada de cañón, y Dale de bomba.


El sicario que vende LCDs: sobre el final de la novela, cuando Cortázar encuentra la mina antipersona que le reclama la disolución en el universo interno del personaje del autor del capítulo del libro de cabecera de sus padres de sangre de la comarca de la que nunca supo zafar, una boca en forma de pendeja sucia, rea, necia y putona (¿una filosa referencia al induccionismo?) que algunos identifican como un guiño al Sancho Panza de Paul Auster, le recita párrafos de LOS ESCARPINES DE KRISTINA DE NORUEGA de Cristina Sánchez-Andrade, ¿QUÉ HACÉS PARA ESTAR ASÍ? de Leonor Benedetto, y PAQUITA Y ADORACIÓN de Carolina Coronado. Gracias Gudi Alen.

La muerte de la garrafa: sabido es por todos que las garrafas no mueren. Mentira. El actor nos propone aquí una mirada reflexiva sobre los que jamás conocieron las garrafas. Ellos nada saben de la vida o muerte de estos invertebrados y, si no conocen la existencia, no conocen la vida y, por lo tanto, no conocen la muerte. Lo que refleja la particular visión sobre condición humana a lo largo de todo el ensayo: ¿cierto?