Louisa May Alcott

Una excepción a toda regla: desvístete. ¡Haz de luces! ¿Cae de bruces y los caminos se opacan de tanto en tanto andar cabizbaja no te preocupará ni en lo más mínimo! ¿Quién puede soportar el precioso capricho de una bombachita con olor a ómnibus, boletos trasbordo y unas calzas grises de mil quinientos matices? ¿Famosos muertos y enterrados? ¿Hay vernissages cercanos a beber con (vení a catarla, pendejita punk) celeridad? O es eso la ciencia ficción.

...recuerdo haberte dicho que los políticos, aquellos de conciencia al control de Playstation 3, suben las manos por tus piernas como una fábrica de deseos o amuletos, entroncándose con la poción legítima, los días nublados y el arroz integral prendiendo fuego al hambre deteriorada del fin de semana en Las Flores, a canto rodado y a perfil picante, cerveza, goles de Huracán Buceo y las tejas azules que miraste mientras el bobalicón te babeaba jadeando las nalgas húmedas y blancas del sol que Mercedes Sosa está muerta. O es eso la ciencia ficción.
¿Importa! ¿Cómo leer esta metáfora que sigue si no es con el vaso de tu boca abriéndose en una galvanizada flor de sedes desparejas como un lechón mezcla de cachalote y asquerosiento delivery que arrastra la moto con tal de equivocarse al menos enésima vez en subida? ¡Maremotos eran los de antes! Con las tripas de la juventud haciendo cola entre tus amarras de guapa cigarra y la hormiga canturreando la verdad del obrero a la camilla de las sociedades de control remoto del portón de fierros desvencijados por las ganas de lamerle a tu padrastro lo que las pildoritas te predicaban desde la mesa de cumpleaños de tus amiguitas de bamboleo y nunca mojarse el dedo. ¡Qué al pedo! Quitate la solera. Dejate la melena. Espumate la carretera que ya viene y tu cara ha de quedar como la azotea: blanca, reluciente de babear lluvias y guarecedora.