George Orwell

¡Magistral! ¡Hurra! El imperio de la menstruación pomposa (la que a su vez no le debemos a Sigmund Freud) me ha traído de los cabellos de la subcultura para dejarles un despampanante sahumerio de felicidad infantil. A sabiendas de que Halloween se despacha en todas las orfandades del universo en estos días, es nuestro deseo satisfacer a las niñas con una de las formas menos versátiles de la literatura erdudita: las adivinanzas. ¡Vayan sin sostén, culitos de Dios!

En la tierra soy verde
en el cielo verde soy
en el mar soy verde
¿sabes quién soy?
lo verde

Detrás de cada frontera
voy surcando el sarcasmo infinito
a veces oyes mis gritos
al buscar en la guantera
o siempre me importa un pito
resbalarme en tu enfermera
la memoria RAM

Soy como un disco compacto
y quepo en tu disquetera
puedes obtener datos de mi mismo
y escuchar música placentera
el disco compacto
Tras absurdas peregrinaciones
el dolor que traigo jamás cesará
tus dientes abortarán la caricia
cuando descubras que el ponche
de aquel domingo de arcoiris
¿quién soy?
un sms

Ni tanto ha dado en demostrarse que el sustento propio del poeta ha conllevado soltar los jilgueros en pos de la absoluta fascinación que producen los suculentos grosores de la púa del bajo hasta el muelle y no la encuentro pero me acabo riendo fuerte y claro. ¡Y no es para menos! ¿No fue acaso Melanipo (gracias rubio) que atizó la batizuca de Gandalf en el manto que los emos le habían robado a Juana de América?