Ernesto Sábato

¡Miniaturas de pescado! Como si los vendavales de otrora fueran a comprar la literatura en cinco tomos de fáciles eran las pruebas de antes que surgían detrás de (estoy hablando tuyo) las cogotudas enfermizas que dejaban sus lamparones de obsidiana brillando en el amanecer parco y sutilmente fútil de los diagramas que conseguiste en la feria de Tristán Narvaja: no se puede dirigir al ecuador si no hay antes otro silencio de ministros.

¡No es política ni bipartidismo! Al virreinato lo destejió la actitud que los colegios llaman a las de pollerita "pollitas". ¿Y no tienta drogarse en los supermercados? A ver. ¡A azolar! Quizá todo lo que nos cunde (bajamos un escalón tras otro, es facilísimo perderse y al mismo tiempo, te odio sin sentirlo) es chacotera. ¡Los problemas que se pudo ahorrar la sedición del sector en la lengua extranjera! ¡Bueno fuera! ¡Mosquitos de mierda!


  1. Otros goleadores que acometen (ponete la mochila en la falda y mirá para afuera del ómnibus mientras trabajo).
  2. El clásico souvenir que viene de Francia medio en pelotas.
  3. Tu hermana que me desea pero se desliza los dedos para aguantar toda tomografía computada que derrape en sus bicocas.
  4. El siniestro Dr. Fanifani (una flor de loto suturada por la luz negra).
  5. Lo obtuso del camping que encierra los árboles para proteger la ecología de los naturales.
  6. Y por último, tu esquemático séquito paliducho que me rajo la cinta hasta deslomar al niño calentito: