Pablo Vierci



Hay apenas (hola) pocas cosas que me imbuyen de cierta implacabilidad:

  1. Lo que es la migraña. Es la sal. Lo que significa deportar como enviando fuera del sitio.
  2. Que las personas en derredor insistan en dedicarle cierto timing al chimichurri en lugar de analizar grupalmente la palabra abnegación.
  3. Los adictos ad hoc al supuesto caso de que te encuentre una mañana de estas lamiendo mis guanteletes como lo hacías cuando la NIVEA parecía néctar en tus señoriales.
  4. Los pulóveres.
  5. Llegar al ómnibus con cierta apatía y descubrir no sin asombro que el inductivismo nos aparejó una ducha utópica cuando Edith Stein o tiró su cesta en manos de copiosos llaveros de cármica, o logró.
  6. Y la ligerísima conciencia que tenemos los occidentales de lo planetario. Una miniatura. Las manos de unos músicos alucinantes. Venderse a lo opuesto positivo. Migajas en esta vez, en esta tierra.