James Joyce


Y cuya sola mención nos provocará un parto al medio a esta perra. Cualquier material inédito baraja la posible menudencia de convertirse en un preferido de las amas de casa que dejan en el colegio las ganas de prometerle succión a su consorte y otros mucho más afeminados pero mucho más lentos.

Sin embargo y pesar, la histeria que nos calla las bocas de los puños trata de personas que están asumidas como itinerantes y una tras otra pagan. Así así. Sin mediar drama, sin que el Facebook cambie el formato y sintético pero riquísimo todo, pagan. Cheques, dineros, especímenes, bonanzas, créditos a largo y a corto, a mediano plazo: pagan. Si bien es cierto que las primeras tres semanas de diapositivas aseveran perfectamente lo que digo y lo que digo aseveran, la historia presenta a Perséfone, una lechoncita hecha enteramente de vidrio y cabello humano que pierde a su madre en una tabla de planchar y sale por el mundo a encontrar consuelo vestida con unos andrajos que usted, lectora asidua de este blog, consideraría de muy mala leche. Si bien la infamia es trillada y el partido arreglado, los sucesivos encuentros con sus hipótesis y los diálogos que mistifican sus quehaceres, dan a la narración una pinta de quedar a medio camino entre te voy a entregar el culo luego, así tenés para ir luchando y el premio Nóbel de la rebeldía a Kurt Cobain.

¡Robots! Y cuando por fin, en la bochornosa Tebas, los cauces retoman sus asuntos, Polifontes se amiga de dos hernias de disco que penetran sus hoyos en forma de cuadernolas de sal, limón y esa crema de maní con chocolate que les gusta tanto a las mujeres porque engorda lo mismo o más que el dulce de leche, pero es más cool. Para pillar desprevenida a su sobrina cachetona mientras se baña en el Paraná, Solfeo promueve el uso de los prismáticos y construyen un vellocino de alpaca que transporta escondidos a Zeus y Mefistófeles, pasando la noche en el castillo de Piria y engendrando a las cuatro costureras de la erudición humana: Poseidón, Aluvión, Sarampión, Fiestón, Chaquetón (de paño) y Calderón (De La Barca). Un bocado grueso y caliente que queda para el principio de la obra es el enfrentamiento final entre el fabuloso Dionisos y la fulgurante Iemanjá que quedan para tomar una cerveza antes de ir al cine y al final él está que medio medio y ella tiene cosas para hacer entonces medio que ni fu ni fa y capaz que entonces como que medio que pinta tipo para otro día, ¿viste? Y alhajas. Toneladas de alhajas desaparecidas en ultramar.