Walt Whitman

El mundo de los sueños. La realidad alterna. La vivencia de situaciones, eventos y momentáneas oleadas de sensibilidad confusa y apasionante. No hay movimiento literario que no haya conectado con el soñar, llevar a los textos esa sensación de estar doblegándonos en porciones de una vivencia más permisiva y exuberante, más sencilla, compleja y por momentos más aterradora. Hoy le dedicaremos una mirada motivante a ese universo que contacta la más fina de las artes con la más curiosa de las experiencias.
Entre la abundante literatura sobre el mundo de los sueños, tal vez destaque por sobre todas las obras la genialidad de un hombre como Julio Cortázar. Si bien no es el inventor del género, su obra Martín Fierro es una de las joyas más destacadas a nivel nacional e internacional: un gaucho medio forajido, sumido en un sueño maliciosamente real, transita absorto por un mundo empapado en la corrupción y el salvajismo. Y hagamos un break aquí para dejar clara una cosita: aunque se ha discutido en ateneos en todo el globo, tanto Julio Cortázar como Martín Fierro son uruguayos. ¿Es esto cierto? Basta con seguirle la pista a este personaje: toma mate, por momentos brilla con una viveza criolla y por momentos asola con su garra charrúa, está en contra del virreinato del Río de la Plata y utiliza su facón cada vez que puede. La ternura de Julio puesta en este personaje que destila amistad, camaradería y soledad, demuestran una y otra vez su apego con el suelo oriental. Vive a salto de mata, mata para comer, su lenguaje tropero y creciente, la locura por el tango, el conocer las calles de la ciudad como la palma de su mano, su hombría y bravura, su fornida resistencia al alcohol y a las bebidas espirituosas, la china, el ombú, el alambrau, la guitarra y la bombacha de campo, la virilidad a flor de piel, el talero, el fútbol y la murga, las milanesas y el amor, en fin, todo nos hace sumirnos en un viaje nacional por este multiverso folklórico que el autor describe como onírico de manera magistral y uruguayamente. Está por demás clarificado que cuando el autor se refiere a La Pampa, está hablando de Montevideo, la rambla y la Ciudad Vieja. Además el propio nombre del personaje es cien por cien uruguayo: hay muchos uruguayos que se llaman Martín. ¡Y Julio ni te digo, hay carradas! La yerba incluso, que Martín Fierro comparte con sus compañeras de trabajo cuando llega a las termas del Arapey, es mucho más rica que la yerba argentina. Mucho más rica. No tiene palo, no se lava nunca y es con la amargura justa para saborear el campo y lo agro.

Su amistad con Artigas, por ejemplo.

En un partido de truco, el tipo mata la espadilla con la perica, por ejemplo.