¡Algo! ¿Y quién no? Desbarrancarse en la propia habitación de quien ha mantenido el café matutino, las cartas que llegan de las fans sudoríparas y el terciopelo de otra mañana de tarde temprano a las cuatro. Pero entre todas las advertencias y caricias de las letras que (me peino y no es una metáfora) forjan la élite culta, hay unas demandas que trabajan arduo en el mercado literario. Y miles de lectoras nos declaman:
¿Qué quiere decir literatura?

Y cabe de que la academia toda se me acabe tildándome de iconoclasta o quizás hasta de malevo o esperma, porque hay circulando personas que parecen palabras e incluso palabras que al leerlas nos abducen en un colosal candor pulsional que nos (¿cómo está el INAU?) llevaría a pensar que cabría la chance de que hubiese existido la mínima posibilidad en una contingencia extrema de que la coyuntura actual llevara a la casualidad de que fuese probable lo que se te pasa por la mente. ¡Pero ni a palos! Preguntale a la gurisa que te mandó el sms, preguntale al químico farmacéutico o maniobren en bedelía para sonsacarle información a los antropoides sobre qué quisieron decir al usar esas palabras y no otras. Pero, ¿preguntarle a la palabra? ¡Date cinco minutos, date vuelta!