Gilberto Owen


¡Hola! Pero y es que hace tanto que no (excitate con sornas de antemano) cerceno contigo y no siempre porque la demagogia se cuece en los albores de tus ninfas y termina acusándonos de que supimos estar comprometidos con un sistema que yo ni cago a palos ni tomo pala. ¿Qué desespera? Sensación: empiezan las arcadas, baja el señor y nos abre la puerta con la camisa abierta, deja de ladrar el perro, la mujer mira por la ventana y pasa el avión, el olor a pan, la polenta pegándose en el fondo de la olla, el fuego atestando los leños, el hogar inundado de un invisible aroma, el viento arremolinando calores escasos y una flecha apedreada por la inerme sensación de fragilidad que se muere en un pocito, se cae desde el final... Un semáforo. Una centena que toma asiento. Voces... Te sirvo algo más coagulando la erección húmeda en una infame producción de sexo infinito, cuadrado y filoso, rectilíneo uniforme y apoyado en las luces del gemido, sentado a la mesa regalada por tus hermanos de carne y sangran por unos orgasmos igualitos que ya tuviste en el ómnibus, antes de venir con tu pen-drive lleno de carpetas llenas de archivos llenos de excusas llenas de palabras llenas de significados llenos de historias llenas de indiferencias y además, a la vista de un ave como yo, llenas de violencia y poder en el posneoliberalismo. ¡Hola! ¿Y el agujero afrodescendiente? Se postula como microbios al sonido de una batahola más enérgica que rifles de espuma. ¡Y no te funciona ni nos damos cuenta de la cuneta!

Desarmar es infalible. Capto o refuto. Es otra múltiple opción.

Y hay un cielo en el aire.